I keep on falling

Camino por el sendero de un bosque. Es una noche sin luna, oscura y silenciosa y los árboles, muy numerosos, parecen empujarse los unos a los otros para estar más cerca del camino. Son altos y frondosos y las ramas de cada parte se cruzan formando un arco, en un gesto acogedor y protector. La poca claridad apenas me permite vislumbrar el lugar, pero en mi interior sé que aquello es muy hermoso.
Por algún motivo ando seguro con esta luz tan tenue. No consigo ver donde piso, pero aún así no he tropezado en ninguna ocasión. Algo parece guiar mis pasos.
No tengo ningún motivo para caminar, ni rumbo. Simplemente avanzo, dejando en manos de otros mi destino final. Creo que me adentré en la noche buscando algo, pero ya no lo recuerdo, ni tampoco me importa.
Después de mucho caminar el silencio se rompe. Llegan hasta mí voces lejanas que parecen provenir de varias personas. Sigo el camino esperando que me acerque hasta ellas y me alegro al notar que cada vez están más próximas.
Continúo hasta que el camino termina en un claro donde se encuentra un grupo numeroso de personas. Rápidamente me escondo detrás de un árbol para no ser avistado y les observo. Se encuentran bajo el cobijo del nocturno manto negro, que guarda su anonimato. Están bebiendo, riendo, bailando, cantando. Se oyen también conversaciones animadas, muestras de amor, expectativas de futuro y sobretodo mucho jolgorio.
Me quedo un rato al resguardo del árbol, fascinado por lo que veo, pero temeroso por ser descubierto y me percato de que una silueta se separa del resto y se dirige hacia mí. Ven, me dice amablemente, no te quedes ahí. Está a punto de comenzar. Lo que llego a percibir de esa figura es a un hombre, con una amplia sonrisa y que me hace ademanes de seguirle. Después de la sorpresa inicial al ser descubierto, mi temor va desapareciendo y decido salir de mi escondrijo y acompañarlo hasta los demás. Al verme me acogen con los brazos abiertos. Me saludan, me abrazan efusivamente, me animan, parecemos conocernos de toda la vida. Me uno a la fiesta, yo también bebo y bailo. El sonido de las risas llena el cielo.
Y de pronto todos comienzan a callar. La gente deja de bailar y permanece en silencio. No sé lo que ocurre y ese cambio tan repentino me desorienta. Pero compruebo que sus rostros siguen mostrando alegría y eso me calma.
Entonces comienzo a oírlo, son tres voces femeninas. Al principio parecen susurrar, pero poco a poco el volumen va aumentando y oigo la melodía de una canción. Es cautivadora, placentera y produce en mí una gran paz. Los voces son muy dulces, armoniosas y empiezan a envolverme. No veo de quién pueden proceder pero están muy cercanas, como si estuvieran cantando justo a mi lado. Cierro los ojos y me dejo llevar. Una brisa fresca y agradable comienza a levantarse. Siento como si el coro estuviera dando vueltas alrededor mío y suavemente comienzan a acrecentar la intensidad de la canción. Extiendo los brazos y giro lentamente sobre mí mismo. El volumen aumenta y puedo notar con mi piel la melodía. Algo empuja de mí hacia arriba, me agarra con delicadeza y me levanta del suelo. La corriente de aire coge más fuerza y me acompaña en mi ascenso. Sigo dando vueltas pero sin llegar a marearme. Es una sensación extraordinaria. Las voces ahora lo llenan todo y un susurro llega a mis oídos. Abre los ojos. Los abro. Estoy flotando en el aire, muy lejos del suelo y del bosque y algo enfrente mía comienza a coger forma. El mismo aire se arremolina, se enreda, se vuelve algo físico adoptando la forma de una mujer. Oh!, tan hermosa. Un ángel. Su rostro translúcido me sonríe y sé cierto que no he visto algo tan bello en mi vida y jamás lo veré. Y me canta, con esa voz angelical que me produce un inmenso placer. Me canta a mí. Sólo puedo contemplarla, absorto y una lágrima cae por mi mejilla. Quiero acercarme a ella pero titubeo. Ella me comprende, lo veo en su mirada, tan cálida y sus ojos me dicen que no tenga miedo. Entonces, casi sin pensarlo, me acerco y la beso en los labios. Un breve momento o la eternidad, no puedo decirlo. Pero sí lo que siento. Un fuego estalla dentro de mí, arde, me abrasa, me da vida, me llena de absoluta felicidad.
Momentos como éste desearía que duraran para siempre.
Pero tan pronto como empezó, acaba.
Me encuentro otra vez en el claro, solo, sin rastro de nadie más. Ahora sólo queda el silencio... y la sospecha de que no la volveré a ver.
Ésta no es forma de acabar una noche tan hermosa.

Rorschach, 7/10/04