Nada podrá detenernos.
Ese era el único pensamiento del militar del ejército británico, ahora ya licenciado, James Leighton. No ahora, que había conseguido llegar tan lejos, después de invertir tanto tiempo y dinero e incluso convencer a su prometida de que le acompañara en este arduo y peligroso viaje. Estaba decidido a conseguir su meta.
Alzó la vista, se protegió con la mano del sol y observó el horizonte, mientras el camello en el que estaba montado seguía su camino, agitándole con la marcada e incansable cadencia de sus pasos. Aquello no parecía tener fin. Un mar de fuego y arena se extendía por todos lados.
Permaneció así durante unos instantes. Después se giró para contemplar a su amada. Estaba a su lado, montada en otro camello un poco más adelantada que él. Erguida, con el rostro serio y algo sucio por el viento lleno de tierra que les azotó días antes, miraba fija hacia delante. Sin duda es la mujer más hermosa, pensó. Su largo y ondulado cabello castaño descansaba en un vestido de corte exquisito, pero algo desgastado debido a las inclemencias del tiempo. Al llegar a la mítica ciudad de Alejandría le sugirieron que cambiara sus ropas por unas más apropiadas. Ella cortésmente declinó esa opción.
James estuvo insistiéndole durante mucho tiempo y vivamente que le acompañara hasta África. No sabía bien por qué, ni él quiso explicárselo, pero al final cedió a las peticiones de su futuro marido. Estuvo muy preocupada por él a su vuelta del servicio en África. Primero su precario estado de salud. La deshidratación, las fiebres... Y después, ese cambio de actitud. Tantas horas en soledad, el hermetismo en el que parecía refugiarse. Estaba tan distante y ansioso... Pensó que concederle ese deseo podría ayudarle a volver a ser el hombre que fue. Y por él estaría dispuesta a cualquier cosa.
Mientras la observaba, Laura seguía mostrando su acostumbrada determinación y firmeza, pero no se le escapó la fatiga que se podía ver en sus claros ojos azules.
Había sido un largo trayecto para llegar hasta donde estaban. Después del largo viaje en barco desde Londres hasta Alejandría, contratar un guía y varios porteadores y equiparse con todo lo necesario, atravesaron medio Egipto en ferrocarril y comenzaron la parte más dura del viaje. Montados en los camellos siguieron el Nilo hacia el sur durante una semana, hasta poco antes de llegar a Sudán. Allí continuaron hacia el sur dejando el amparo del río y se aprovisionaron con todo el agua que pudieron. Desde ese momento sería su posesión más preciada.
Tras varios días de angustioso calor pasadas las fronteras de Sudán y ser castigados por un vendaval, llegaron a un pozo custodiado por soldados británicos. Aprovecharon esto para detenerse un día a descansar y beber abundante agua, aunque la estancia no les salió gratis. Leighton tuvo que contentar las peticiones económicas de los soldados, aunque no fue él quien negoció con ellos. Se encargó de eso el guía egipcio. Mientras, Leighton preparaba su tienda. Parecía tener mucha prisa y una vez acabó se metió para no dejarse ver más.
Al día siguiente reemprendieron la marcha pero esta vez hacia el este, en dirección al desierto de Nubia. Era evidente que habían recorrido más distancia de la necesaria, habían dado un buen rodeo. Y eso tenía muy molesto al guía, Al Sayed. Tewfik estaba cansado de que no le dijera el destino, o de que saliera con evasivas cuando preguntaba sobre algo más allá del día siguiente. El por qué del viaje no le importaba demasiado y el británico pagaba bastante bien. Pero no estaba dispuesto a morir en el desierto por un loco caprichoso.
Estaban todos cansados y los últimos días habían sido muy duros. Todos permanecían callados. No disponían de muchas fuerzas para hacerlo, y aún escaseaban más los ánimos. Los únicos que rompían el silencio, eran Hakim y Mahmud, dos de los porteadores, que susurraban en egipcio a los dioses, pidiendo su protección contra los peligros que anunciaba el sol rojo.
(Este es el primer capítulo de una pequeña historia que iré desarrollando en este blog. Su única intención es hacerme practicar la escritura (que falta me hace) y brindarme la ocasión de desarrollar historias. Esta en concreto me asaltó una tarde mientras me dirigía a la uib escuchando una canción de Rush. Continuaré hasta que me canse, os aburra o termine la historia. Lo que ocurra primero).
3 comentarios:
Autor original: JQ
¿He oído "Al Sayed"? Brrr... me está entrando un miedo...
Esperaremos la continuación ansiosos. (No me digas después que no tienes nada para poner en el fanzine)
(comentario importado del antiguo Haloscan)
Autor original: Rorschach
Sip, es por supuesto un guiño a vosotros ;) jejeje Aunque no te creas q la historia vaya a seguir por esos derroteros.
Es q no tengo nada para poner :p jejejeje Na, ya te lo dije. Tú dime q es lo q quieres q haga y yo pruebo a ver. (Umm, y esto no se podrá poner. Es extra-largo comparado con los otros :p)
(comentario importado del antiguo Haloscan)
Autor original: JQ
Cuando te vea por el MSN te comento un par de cosillas técnicas del relato ;)
(comentario importado del antiguo Haloscan)
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