Hace unas semanas, mientras dábamos un tranquilo paseo por la montaña, Warbat me explicó cierto documental que vio (él que tiene la suerte de ver esos canales tan chulos y encima digitales).
En él se explicaba un experimento que consistía en observar a unos simios (son parecidos a las personas pero con más pelo, más chiquititos y pegan más chillidos... bueno, aunque alguna excepción hay) que vivían en un recinto cerrado. En este recinto habían construido una estructura de gran altura, por lo que recuerdo piramidal, y en su cima colocaron un precioso manjar (y digo esto porque no recuerdo el manjar, quizás fueran plátanos).
Pero la cosa tenía trampa (y los científicos muy mala leche). Cuando algún incauto mono se disponía a escalar la pirámide para llevarse a la boca la apetitosa comida, les soltaban un buen manguerazo, en plan antidisturbios (y creo que eso tiene que doler). Pero no sólo rociaban al infeliz, sino que todos los monos recibían.
Pues bien, al cabo de cierto tiempo (no me preguntéis cuanto), cuando algún simio veía que otro iba a subir por la comida, se lo impedía y entre todos lo linchaban. Bueno, pues parece que captaron el mensaje de los científicos. Pirámide igual a manguerazo. Eso duele. Conclusión: como alguien se acerque le meto de ostias. Así evitaban el efecto que producía el subirse a la estructura. Hasta ahí de acuerdo.
Pero los observadores del experimento procuraron ir cambiando los monos poco a poco por unos nuevos. El que ya llevaba cierto tiempo lo sacaban y ponían dentro a otro que no había estado nunca.
El tiempo pasó y los monos seguían soltando leñazos a quien quiera que se acercara a la pirámide. Pero en este tiempo ninguno de ellos llegó a subirse por lo que no les soltaron ningún manguerazo. Y llegó un momento en que todos los simios eran nuevos y ninguno había visto que al subir por la estructura recibirían el chorro de agua, pero ellos seguían soltando sopapos al que se acercara.
Me pareció de lo más curioso... y no pude dejar de ver muchas similitudes con nosotros.
Días más tarde vi una entrevista que hicieron a Juan Massagué, que iba en representación de los científicos que recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2004. Todos ellos fueron galardonados con el premio por su aportación, de una manera u otra, a la investigación contra el cáncer. Massagué, por ejemplo, desveló muchos secretos sobre la metástasis. Casi nada... Un premio a una auténtica proeza para intentar erradicar esta terrible enfermedad.
Más información aquí.
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